31 de julio, miércoles. Nos levantamos con un sol radiante (que durará poco), pese a la noche de relámpagos que hemos vivido.
Vamos al colegio y las clases transcurren como normalmente, pero cuando llega la hora de terminar empieza a llover bastante, así que nos tenemos que quedar en el colegio esperando a que amaine un poco y nos deje salir
Una vez en casa, debatimos si ir al batey o no, pues para llegar allí hay que cruzar un río y no sabemos si vamos a poder o no. Hoy también nos acompaña Sujey, gerente del supermercado Zaglul de Consuelo, porque ha preparado una generosa merienda para cada niño. Lo consultamos con el tío Julito y nos dice que vayamos. Por el camino no deja de llover y podemos cruzar el río, aunque ahora nuestra preocupación es la vuelta.
Llegamos a la escuela y no hay niños, nadie se imagina que estemos allí con la que está cayendo. Cuando vamos a ir a buscar a los niños, nos advierten los vecinos que nos tenemos que ir ya, porque el río está creciendo. Tampoco podemos ir a recoger a los estudiantes del batey la UCE, no nos atrevemos a cruzar oro río. Así que nos volvemos rápidamente y, aunque el río ha crecido, lo podemos cruzar.
Una vez en casa, aprovechamos la tarde para preparar las bolsas con material escolar que vamos a llevar a nuestros alumnos del batey mañana, puesto que es el último día de clase. Algunos también vamos a misa por el Santo Cura de Ars.