Las expectativas de nuestro último día en Morichalito eran las de tener una mañana sencilla, de recogida y preparación de maletas. Poco chicha para el blog, la verdad. Peeeeeeerooooooo… nuestra Yajaira, que siempre está pensando en ayudar a estos misioneros, dejó las llaves del coche en el contacto al regresar del río después de bajar las ventanillas para que no oliese a perro mojado. Contó con la inestimable colaboración de Ana Rosa, que se iba a poner una alarma para acordarse que había que subirlas, pero no se la puso. Resultado: cuando ha venido César por la mañana a lavar el coche, lo primero, no encontrábamos las llaves y, lo segundo, el coche no arrancaba. ¡¡¡Carne de blog!!! Gracias por el detalle. ¿Qué interés puede tener para nuestros lectores cuatro misioneros haciendo maletas comparado con un coche que no arranca el día antes de un viaje de 8 horas?
El caso es que hemos pasado más de media mañana en función del coche, bien intentando ayudar o practicando la españolísima tarea de mirar mientras otros trabajan. Bueno, también aprovechamos para pegar una de las barras traseras, que ya estaba un poquito perjudicada. Al final, pudo venir un mecánico y consiguió arrancar, tras cargar la batería y arreglar un fusible que se había fundido. ¿Pensáis que estábamos preocupados? ¡Cero preocupación! Primero hemos pensado cómo la Divina Providencia cuida de nosotros porque si esto nos llega a pasar mañana a la hora de salir -que será a las 6 de la mañana- hubiera sido muchísimo peor. Y, segundo, es que no hay nada que Yajaira no pueda solucionar. Esta hermana lo mismo te conduce el coche entre barrizales, que te cocina unos platos buenísimos, que te hace curas, que te canta las cuarenta sin despeinarse. ¡Tiembla, Maduro! Yajaira for president! *
No penséis que nos olvidamos de las maletas. Ya están hechas. Poco tarea, de todas formas, porque vuelven casi vacías. Como hemos terminado rápido, hemos aprovechado para poner los hilos de moriche a unos crucifijos artesanales que nos han regalado las hermanas y que entregaremos a los futuros misioneros y para terminar de firmar la bandera de Socuéllamos de Alberto. Además, en la mañana, que no ha parado de llover, también hemos tenido un chorreo de visitas: entre los que venían a despedirse de las hermanas y los que aprovechaban para despedirse de nosotros, la churuata ha estado ocupada toda la mañana.
Por la tarde, también hemos tenido visita: un grupo de señoras de la parroquia, con sus niños, que han venido a compartir la merienda con nosotros y, claro está, también el padre Juan Manuel. Hemos pasado un rato muy agradable con ellos, dando gracias hasta el final por la acogida tan entrañable de esta buena gente de Morichalito.
Antes habíamos tenido tiempo para reunirnos los seis y hacer evaluación de este proyecto misionero. Aparte de dar algunas sugerencias para futuros campamentos, hemos coincidido en que la realización de estos proyectos es beneficiosa tanto para los voluntarios que participan como para las comunidades que acogen, a pesar de los sacrificios que puede implicar para ambas partes. Dios bendice la generosidad y la entrega con el ciento por uno.
Algo más en lo que hemos coincidido ha sido en la importancia de haber creado comunidad los seis, compartiendo todos los momentos con mucha naturalidad: las comidas, el trabajo, las visitas, las tertulias, y, algo fundamental, la oración. ¿Qué vamos a temer con estas hermanas y recordando cada día que estamos en manos de Dios?¡Nada hemos de temer!
Y así, estamos preparados para partir de Morichalito, con los repuestos de gasolina, las maletas cargadas y, sobre todo, con el corazón agradecido y satisfecho por haber sido instrumentos de un Dios llama incansablemente a la misión. ¡Seguimos con las baterías cargadas!
*Noticia de última hora: estamos considerando retirar la candidatura, porque esta tarde… ¡se las ha vuelto a dejar puestas!