El tiempo… ¡Qué extraña sensación! Todos sentimos como si llevásemos aquí mucho tiempo y, a la vez, nos parece increíble que el curso de verano termine ya. Han sido cuatro semanas intensas en todos los sentidos y, el último día, no iba a ser para menos.
Comenzamos con las despedidas al terminar la eucaristía. Mucha gente se acerca a nosotros para desearnos un buen viaje de regreso. En el patio ya hay muchos niños esperando a que lleguemos para saludarnos y darnos los abrazos mañaneros que alimentan más que el desayuno, y mira que desayunamos bien…
La dinámica del día iba a ser diferente. Por cursos, se iban acercando al patio, para hacerse una foto con los profes, delante del precioso cartel concepcionista que hicieron en el taller de manualidades. Durante la sesión fotográfica, también aprovecharon para terminar de ensayar los bailes con los que concluiríamos el curso.
A la hora del recreo, ¡la final de finales! Jugaron el equipo ganador de la liga de chicos -1° y 2° de Esba- contra el equipo ganador de la liga de chicas -5°- Hay que decir que las chicas perdieron, pero con muchísima dignidad.
Tras el recreo, cada curso ha demostrado su arte, con bailes y alguna poesía. ¡Impresionante! Lo han hecho todos de maravilla. Mientras, los mayores de 4° de Esba hacían de presentadores, también con mucha soltura.
Y por fin llegó el momento de la despedida de los alumnos. Qué difícil decir adiós… y, a la vez, qué gran satisfacción sentir el cariño y la gratitud de los niños. Nosotros también hemos querido agradecer a nuestros ayudantes su colaboración en las clases, recreos y talleres, regalándoles una camiseta de la selección. ¡Han sido fabulosos!
Antes de la comida hemos aprovechado para recoger las clases en las que habíamos pintado pizarras. ¡Dando el callo hasta el final!
Nuestra última comida en Evinayong la hemos aprovechado para agradecer a Martina y Patricia lo bien que han cuidado de nosotros, con una tarjeta, un regalo y baile alrededor de la mesa incluido. ¡Akiba, hermanas!
A las 4:00 salimos en dos coches dirección a Bata, donde estaremos hasta que regresemos a España. Saliendo de Evinayong, aún fuimos saludando a algunos de nuestros alumnos que encontrábamos de camino.
El trayecto a Bata nos permitió seguir disfrutando el paisaje ecuatorial tan espectacular. Y, al llegar a la ciudad, el tráfico, no menos espectacular, pero no por bonito precisamente.
En la casa nos esperaba la hermana Lucrecia, religiosa guineana. Después de distribuirnos en las habitaciones de esta casa tan preciosa, salimos a dar un paseo. Como Lucre no quería que fuésemos solos, pidió a un vecino, que acaba de terminar 6° en nuestro escuela, que nos acompañara. Acacio ha sido un gran guía en el breve paseo, explicando todos los lugares por los que íbamos pasando.
Hemos regresado a casa con las energías justas para cenar, jugar un poco al parchís y enseguida marchar a la cama, con el aviso de remeter bien las mosquiteras, porque los mosquitos de Bata no son tan pacíficos como los de Evinayong.