Esta última semana hemos decidido visitar las realidades de los diferentes colegios de Venezuela, sí sí, nuestra congregación tiene ocho colegios en Venezuela: uno en Morichalito, dos en Ciudad Bolívar, tres en Caracas, uno en San Mateo y otro en Maracay.
Así que hoy tocaba madrugón para comenzar nuestra gira, todos a las 5 de la mañana en pie, recogida rápida, ver qué no se queda nada, terminar de subir las maletas al carro, foto protocolaria fin de estancia en Morichalito y ¡salimos para Ciudad Bolívar!
Hoy, a diferencia de la ida, íbamos 6 personas en el carro por lo que uno tenía que ir en el maletero, así que los misioneros decidimos turnarnos e ir 2 horas cada uno si no llovía.
Otra novedad de este viaje es que, viendo la conducción temeraria de M. Ana Rosa, hoy solo iba a conducir M. Yajaira, gran error, porque hoy ha decidido coger todos los baches que había en la vía.
Otro error de este viaje fue sacar al maletero del carro al calvo (Alberto o Alfredo o profesor, ya no tenemos muy claro cómo se llama) cuando más sol hacia, así que tuvimos que embadurnarle de crema protector 50 la calva (para que luego no diga que no pensamos en él). Aunque finalmente, tuvimos que pasarlo adentro para que no le diera una lipotimia, así íbamos apretados, con M. Socorro haciendo contorsionismo cual artista del circo del sol.
Y el último de los errores es dejar que Mateo le echará gasolina al coche. Al tercer intento y después de llenarse manos y cara de gasolina consiguió echarle gasolina al coche, un logro para él.
Sobre la 1 nos entró algo de hambre y paramos a comer en un «área de servicio» donde tuvimos la visita de un tucán ladrón que nos «robó nuestras cachapas» (va entre comillas porque se las dimos nosotros).
Una vez comidos, retomamos nuestro camino a Ciudad Bolívar con siesta de Sara en el maletero incluida.
Por fin llegamos a Ciudad Bolívar y después de cruzar el puente colgante más largo de Hispanoamérica sobre el río Orínoco llegamos a la comunidad donde nos estaban esperando M. Trinidad y M. Marlene con un encargo muy especial ¡Un chinchorro!
Después de un vasito de agua fría, estirar las piernas y descansar del viaje nos pusimos en marcha por orden de la reverendísima madre presidenta de la ONG para ver una increíble puesta de sol sobre el río Orínoco.
Al llegar a casa la comunidad tenía preparada una pizza para cenar, ¡casi se nos saltan las lágrimas!
Y con esta rica cena y un cansancio enorme nos vamos a dormir.