Comenzamos nuestro primer fin de semana 100% casero madrugando un poquito menos pero igualmente pasados por agua. Nuestra primera actividad del día es la eucaristía y ya, después, es cuando rezamos laudes y desayunamos nuestras arepitas ricas.
La mañana la pasamos entre limpiezas, quemadura de basura y coladas triplicadas, porque la casa, aunque parece chiquita, tiene su labor. Nos cargamos de cepillos, palas, coletos, quitatelarañas, estropajos, Baigón para gasear a todas las cucarachas de la región y damos un repaso estupendo a la casa y al patio. ¡Todos contentos, menos las cucarachas!
En la limpieza del arcón, hemos visto otro pez rayado congelado, igualito que el que cenamos anoche, así que aprovechamos para presentároslo. Todo lo que tiene de feo, lo tiene de sabroso, al menos si está cocinado “a la socorré”.
Mientras limpiábamos, ha venido una familia de Chaparralito, una de las comunidades indígenas, para pedir su yucuta del sábado. Mientras esperaban a que la preparásemos, han hecho también su aportación a la limpieza del patio. Acá en la casa es muy frecuente que vengan personas necesitadas pidiendo comida, o agua, o medicinas, o hasta conexión a internet para poder hacer alguna llamada. Alguna vez, también nos traen algo, como el señor Andrés, anoche, que nos trajo unas cachapas deliciosas.
Al terminar de limpiar, aún quedaba preparar el almuerzo. Hoy le toca al grupo de “los bullies”: Yajaira, Alberto y Sara. (Adivinad quienes son del grupo de “los buenos”…) Pensábamos comer arroz con carne de res, pero, al descongelarla, nos hemos dado cuenta que era hígado. No ha importado, porque han preparado un nada despreciable hígado a la pimienta -con sus más de 40 bolitas de pimienta, que han dado para unas risas en la mesa-. Para que no haya lugar a dudas, lo de “bullies” no tiene nada que ver con el restaurante de Ferrán Adriá y las dotes culinarias; no. ¡Estos son “bullies” de protocolo!
Tras la comida y un poquito de descanso, nos hemos ido a conocer la comunidad de Las Piñas, de indígenas curripacos -o kurripakos, según gustos lingüísticos-. Allí es donde vamos a desarrollar nuestra misión la semana que viene. Es menos numerosa que Ekunay, pero los niños que nos han recibido eran encantadores. Nos han enseñado la escuelita y su lugar de culto -los evangélicos ganan por goleada- y nosotros les hemos explicado lo que vamos a hacer cada tarde. Al regreso, hemos parado en la comunidad de Las Lajitas. A ellos, que son aún menos que en Las Piñas, también les hemos invitado a que se unan la semana que viene a las actividades de la tarde. Esta comunidad está a la entrada del desvío para Ekunay y como hoy hemos entrado desde el sentido contrario, nos hemos dado cuenta de que había un cartel de bienvenida a Ekunay. No podíamos dejar pasar la oportunidad de inmortalizar nuestro paso por allá.
Al llegar a casa, seguimos con tareas. Esta vez, organizar toda la ropa que hemos traído de donaciones para los proyectos, para así poder distribuirla entre los niños. Y a preparar la cena, aprovechando los restos del arroz de la comida para hacer tortitas de arroz.
Durante la cena, la conversación no podía ser otra que las elecciones presidenciales de mañana, pero eso lo dejamos para otro blog. Como anécdota, después de cenar llegó el profesor del aula unitaria de La Unión, que pertenece a nuestra escuela. Iba a buscar un autobús asignado para su comunidad y llevar después a los habitantes de esa comunidad al centro de votación asignado. Resulta que el amigo llevaba una camiseta que decía “Elige a Maduro” y el careto del susodicho. Pues, incluso a él, le han sacado su vaso de yucuta para que tomara algo. Evangelio en estado puro: amad a los enemigos. Si no, ¿qué mérito tenéis?
Acaba el sábado y nosotros nos sentimos ya como en casa.
