Nos levantamos con mucha lluvia y mucha decepción; el día de hoy no era para menos. Aquí en Morichalito, Edmundo ganó 96%-4%. Entre gritos, cánticos y abrazos de la gente, nos fuimos. Lo más emotivo que escuchamos volviendo fue un “Por fin van a poder volver a casa nuestros hijos”. Una vez en casa, veíamos los resultados en diferentes grupos de WhatsApp y la victoria era incontestable.
No fue así, o al menos no lo parece de momento; pasó lo que todos temíamos: un fraude.
Con todo, nuestra rutina no cambió: desayuno, misa y al cole. Hoy, con la lluvia tan intensa, vinieron pocos niños, así que les pusimos una película. Pronto uno se da cuenta de la inocencia de los niños; las risas empezaban a brotar y las sonrisas con alguna que otra escena graciosa nos animaron a todos. Tuvimos una hora de clase, les dimos la comida y nos fuimos.
Por la tarde, fuimos a la comunidad de Las Piñas, a la que también invitamos a niños de Las Lajitas. Nos recibieron con la clase decorada con cadenetas que habían hecho para nosotros. Fútbol y bolos, entre otras cosas, fueron las actividades que hicimos con ellos bajo un fuerte sol. Terminamos, les dimos su merienda y nos volvimos.
Al regresar, nos cruzamos con alguna que otra vaca, pero, sobre todo, con un bello y gran arcoíris. Nos detuvimos en mitad de la carretera, contemplando el arcoíris como si nunca hubiésemos visto uno, y es que después de la lluvia, siempre sale el arcoíris.