Llegamos al ecuador de nuestra semana. Seguimos nuestra rutina diaria de madrugar, llenarnos de energía con la oración y el desayuno y salir para la iglesia, cargados con nuestra sombrillas (tradúzcase por paraguas) y chubasqueros, que aquí nunca se sabe cuando te va a caer el palo de agua.
Vamos a la escuela y, como amenaza lluvia, los niños también van llegando a cuentagotas. Según van entrando al recinto de la escuela, se acercan al comedor, donde nos reunimos para hacer la oración de la mañana. Hoy, en lugar de leer la Palabra, hemos hablado del santo del día: San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, quienes pusieron en marcha la institución de Fe y Alegría, a la que pertenece nuestra escuela de Morichalito.
La mañana sigue su ritmo normal: mucha lengua, mucha matemática, bastante inglés y deporte para agotar. La novedad de hoy ha sido que hemos empezado a enseñar a los niños la canción de «Color Esperanza». Será la que utilizaremos para grabar el lipdub de la escuela la semana que viene (¡toma spoiler!). También va siendo hora de mencionar que, como en otras escuelas de misión, son los niños quienes se encargan de limpiar y recoger las clases y lo hacen siempre con mucha disponibilidad.
Hoy también queremos tener una mención especial para Belkis y Yuni, las cocineras de la escuela. No os podéis hacer una idea de lo sabrosa que es la comida que preparan, a pesar de ser menús sencillos de arroz o pasta con algún tipo de carne. Nos chuparíamos los dedos si no nos diese miedo la posibilidad de pillarnos una bacteria en el proceso.
Al llegar a la casa, nos hemos llevado una desagradable sorpresa. Con todo, no ha impedido que encontráramos el punto cómico a la situación. Resulta que Alberto y Mateo tenían su ropa interior puesta a secar en las rejas de la ventana de su «suite masculine» y alguien -tenemos nuestras sospechas de quién ha podido ser… pero se dice el pecado y no el pecador- ha entrado en el patio mientras estábamos en la escuela, ha rasgado la rejilla mosquitera de la ventana y se ha llevado unos gallumbos de Alberto. Han sido unos rojos, así que suponemos que era chavista. Hasta ahí podemos contar. El caso es que la broma ha supuesto la pérdida de los gallumbos Coco y el tener que arreglar la rejilla.
Estas cosas pueden pasar por estas tierras, lo mismo que el tener que cargar el depósito de gasolina con el bidón y el embudo. El tema de la gasolina se puede convertir en un problema para este grupo misionero, porque, con la situación que se está viviendo en el país, no están trayendo gasolina al pueblo, así que… tocará racionarla.
Por la tarde, volvemos a Las Piñas, pero nos falta un miembro del grupo. La super jefa Yajaira se nos queda en casa medio griposa. Hay un virus pasando por ahí… Ya le ha tocado a Ana Rosa, ha seguido Mateo, ahora Yajaira… Creemos que va por la posición en la capilla. El siguiente al que le toca es Alberto, Socorro ya lo tiene convalidado, y Sara tendrá que cerrar el ciclo vírico.
En Las Piñas seguimos disfrutando muchísimo con este grupito de niños, que nos resultan tan tranquilos y educados, comparados con el mogollón que nos encontrábamos con Ekunay. Eso sí, cada comunidad tiene su encanto particular. Hoy también se nos ha unido un grupo un poco más numeroso de niños de Las Lajitas. Esto nos da oportunidad de vivir la unidad y fraternidad a pesar de la diversidad. Dios nos hace a todos hermanos.
De vuelta a casa, Yajaira ya nos estaba preparando la cena: arepas de yuca con queso. Y así, con sencillez, vamos siendo testigos y vamos intentando vivir aquello que fue un objetivo en la vida de San Ignacio: «En todo amar y servir.»