Hoy hemos tenido un sábado diferente. Arrancó como todos los demás, con misa y un desayuno con la mermelada de papaya que nos hizo Madre Maria Jesús.
Pero cambiamos el viaje en coche por una excursión, adentrándonos un poquito en la selva para llegar a una cascada. Fuimos como siempre que nos acercamos a la selva, con la ilusión de encontrarnos un mono o un elefante de lejos, pero ya estamos empezando a perder la esperanza. Al llegar a la cascada los niños que nos acompañaron y los voluntarios más valientes se bañaron en pequeñas pozas, mientras los demás les hacíamos fotos orgullosos.
Después de una merecida siesta, nos pusimos a pintar los juegos del patio del colegio ayudados por algunos alumnos. Hicimos lo que pudimos y acabamos llenos de pintura, lo cual no habría sido un problema si no fuera porque nos quedamos sin disolvente para limpiarnos. Con las manos llenas de pintura y ya de noche nos recorrimos Evinayong buscando algo con lo que quitarnos la pintura de las manos y al final nos acabaron vendiendo petróleo. Lo recomendamos, aunque no somos capaces de quitarnos el olor de encima.
A una semana de hoy estaremos ya en España, entramos en la recta final de nuestra experiencia. A pesar de la pena que podemos sentir, días como hoy nos recuerdan la suerte que tenemos de vivir una experiencia así y del regalo que nos ha dado Dios con los niños, a los cuales ya les tenemos mucho cariño.
Mañana volveremos a participar en el coro de la misa de los niños, y por suerte disfrutaremos de un buen descanso dominguero.