Comenzamos nuestro último fin de semana embarcándonos en un autobús que nos llevaría a recorrer una parte de Camerun aún desconocida a nuestros ojos.
A las 9 partíamos hacia la Casa de las Hermanas Clarisas donde, tras un largo viaje, nos recibieron con los brazos abiertos para hacer una visita por sus inmensas instalaciones y conocer de primera mano el College Bilingue Stoll.
Tras una pequeña parada para tomar un aperitivo en la casa, las hermanas nos mostraron la residencia de ancianos que también dirigen en la que cuentan con 6 habitaciones y 12 residentes, en su mayoría , ancianos que fueron abandonados por sus familias a causa de su enfermedad. Mientras comían, Papa Oscar y Papa Timothé, dos residentes, escuchaban entre lágrimas la canción que otra de las residentes nos brindó, sin duda una experiencia inolvidable.
Nuestra siguiente parada de la mañana no se queda lejos, pues tuvimos la oportunidad de visitar la Comunità Mariana de la Pace. Allí uno de los Hermanos nos enseñó las instalaciones así como la bonita iglesia construida sobre la montaña en la que caben destacar tres piezas fundamentales. En primer lugar, la figura de “L’Homme-Dieu Crucifié”, una obra del artista holandés Toon Grassen que se compone de una imagen realista de Jesucristo crucificado hecha a base de estudios médico-forenses a partir de los escritos de María Valtorta. En segundo lugar, cabe destacar el impresionante sagrario hecho de un auténtico tronco tallado y pulido a mano que se encaja en la vidriera del Santuario. Por último, es necesario hacer referencia al altar tallado en una única pieza sobre la propia roca de la montaña que había antes de su construcción del que emana un mapa del continente africano junto a una línea que representa las intenciones del pueblo.
Tras una breve parada en la Catedral de Mbalmayo, llegó la hora de la comida en el restaurante “Les pieds dans l’eau”, el cual recibe este nombre porque las mesas se encuentran dentro del agua con peces para disfrutar de una experiencia culinaria muy exótica. También contaba con juegos típicos africanos como el Songo’o o, incluso, tuvimos la suerte de poder pescar nosotros los peces que íbamos a comer.
Un día muy completo que acabamos con un viaje de vuelta a casa muy animado cantando al ritmo de las novicias.