Efectivamente. Llevamos ya dos semanas aquí. Esta semana ha pasado tan rápido que parece que entre el domingo y hoy solo ha habido un pestañeo.
El día de hoy, a pesar de ser jueves, ha sido un día muy completo. La mañana ha ido muy bien, ya nos hemos adaptado a nuestros grupos y la mañana rueda sin complicaciones. Hasta los más pequeños parecen estar más tranquilos. Eso sí, no podemos no contar alguna anécdota divertida de las que nos ocurren mientras nos acostumbramos al idioma. Como por ejemplo esta: Hoy Enci y Sara (suuuuuper aplicadas) han preparado una clase sobre emociones y sentimientos para su sesión de español. Sin embargo, a la hora de ponerla a prueba, cuando Enci se ha dirigido en su francés (ya nativo) preguntándole a un niño cómo se sentía hoy, toda la clase se ha quedado en silencio hasta que un otro ha contestado entusiasmado “¡Buenos días!” y Sara y Enci ya no han podido parar de reír. La verdad que estas pequeñas cosas nos alegran después los momentos de la comida.
Antes de comer, la mamá que nos va a hacer las camisas camerunesas ha venido a hacer ajustes y algunas suertudas ya han podido disfrutar de su nuevo atuendo. Además, recibíamos también la noticia de que por fin Pablo había encontrado su maleta en el aeropuerto.
Después de la siesta, una parte del grupo nos hemos ido a la aventura a comprar algunas cosas que necesitábamos (como papel higiénico, por ejemplo). Aunque hemos esperado con Jael un taxi durante al menos 20 minutos, finalmente hemos tenido que coger motos, para ir al supermercado del otro día. Ni que decir tiene que el viaje de tres en tres en las motos ha sido un poco locura. La rotonda de Simbock daba pánico (bueno, y la cuesta y los cráteres de la carretera…) pero el cruce especialmente, porque nos juntábamos tanto a los coches y motos, que nuestras rodillas tocaban con otros vehículos. Eso sí, ha sido muy divertido y lo hemos disfrutado mucho.
Una vez que hemos hecho la compra, la verdadera locura ha sido coger un taxi cargados con las bolsas. Cruzar la carretera es una odisea y la solución para no sufrir de alguna que otra, ha sido dar la mano a Jael y cerrar los ojos para no ver lo que ocurría, lo que ha dado mucha conversación a las novicias durante la cena.
En fin, que como dice José María del Toro “lo ordinario no tiene por qué no ser extraordinario” y un día muy normal aquí, ha sido un día genial para nosotros.