Después del esperado descanso, a las 5:30 nos hemos despertado entre cantos de las hermanas y de los gallos de las calles. Tras una media ducha fría (a algunos no nos llega muy bien el agua), hemos ido a la misa de las 6:15 y a las 7:15 ya estábamos todos desayunando en el comedor. Los nervios por el encuentro con los niños y niñas no nos han impedido disfrutar del chocolate camerunés, la tortilla o el pan del desayuno.
Sobre las 8:00 hemos bajado al patio todos juntos, entre risas y un poco de miedo. Aunque no lo pareciese, enfrentarnos a las clases en francés nos daba a todos un poco de pavor. La hermana Felicitè nos ha ido presentando a los peques y no tan peques y distribuyendo los grupos, que nos miraban entre curiosos y sorprendidos (algunos, los más pequeños, incluso asustados) y después de esos primeros intercambios y nervios, cada uno nos hemos ido con nuestro grupo a las clases.
La verdad que las hermanas y profes del cole que nos han ayudado han hecho posible que la barrera del idioma no supusiese un verdadero inconveniente para nosotros. Aunque es cierto que parece que todos los niños y niñas hablen el idioma universal del juego, las miradas y las sonrisas. No sabemos si la mañana ha pasado muy rápida o tremendamente lenta, pero creo que podemos decir que la hemos superado con éxito, pues muchos no querían irse del cole.
Al acabar las primeras tareas de la casa, hemos vuelto a la mesa, uno de los mejores momentos del día que, aunque no lo parezca porque siempre hablamos de ella, no solo lo es porque nos encante la comida, sino porque poco a poco todos nos vamos soltando y las risas y conversaciones se extienden significativamente. Y bueno… sí, la comida la verdad que nos ha encantado, algunas echábamos de menos la atanga, la bambucha, los cacahuetes y la fruta africana. Ya sabemos de qué irá llena la maleta a la vuelta.
Por la tarde, y después de la necesaria siesta (que se ha parecido más a un coma para alguna que nos sabemos), hemos ido a por la pintura para poder arreglar los columpios del patio del cole. No sé si lo sabéis, pero aquí no se compra la pintura de colores, sino que compramos la pintura de base blanca y colorantes que mezclamos después con ella. Al final seguro que queda genial, pero debido a esto tenemos ahora un patio de color pastel bebé.
Finalmente, al anochecer hemos ido a rezar a la capilla con las hermanas, un rezo que ha acabado siendo en la calle y que hemos dado por finalizado recogiendo la ropa que se nos mojaba por la lluvia que comenzaba a caer.
No quiero extenderme con la cena, que os aseguro que daría para ello, así que os dejamos que, si aguantamos el sueño que tenemos, nos vamos a disfrutar un poco del momento de los juegos de mesa.
À demain!