Hoy sábado 20, despertamos en Dialire, acogidos en el proyecto misionero de Haití, donde compartiremos una jornada de convivencia todos los voluntarios que nos encontramos en la Isla.
Empezamos el día levantándonos a las 6:00 a.m. para poder aprovechar el día completo, ya que tenemos muchas ganas de que nos cuenten como es su día a día en estas condiciones tan poco favorables.
Nos preparamos los desayunos y esperamos a que venga el autobús y, una vez que llega, empieza la aventura. De camino a nuestro destino, además de ponernos en manos del Señor, amenizamos el viaje cantando canciones como en las excursiones del colegio, nos reímos con algunos chistes y observamos el entorno.
Haití es bastante diferente a República Dominicana, a pesar de que únicamente los separa un río, el ambiente, el clima, la gente, las construcciones, las costumbres… todo es distinto. Algunos dijeron que era como entrar en Narnia.
A lo largo del trayecto vimos como es la vida en Haití, cómo viven y dónde, y en qué condiciones. Nos dimos cuenta de que cosas tan básicas como tener agua corriente y luz, en Haití son prácticamente un lujo.
En la comunidad de Dilaire, tienen la suerte de contar con un inversor que genera la energía suficiente para cuando se dan los cortes de luz, aunque no funciona de manera indefinida. En cuanto al agua, cuando nos quedamos sin ella, se extrae con un motor eléctrico, pero los habitantes no tienen esta opción: su luz es la que provee el sol; y el agua, la que tienen que extraer manualmente de un pozo común.
Durante los trayectos por parte de Haití, otra de las cosas que nos sorprendió fueron los grandes contrastes entre unas zonas y otras, especialmente las más pobres. En estos sitios cuando anochece se acaba la actividad y vuelve a restablecerse con la luz del sol.
Compartimos un día entretenido y enriquecedor con los voluntarios de Haití, comimos juntos compartiendo pollo y pescado acompañado por arroz, tostones y patatas fritas.
También aprovechamos para visitar en barca algunas de las maravillas que la naturaleza nos brinda.
A la vuelta a casa en el autobús, nos tocó cantar en inglés y, para cerrar el día, cenamos juntos y nos despedimos hasta la mañana siguiente.