Hablando entre algunos de nosotros, hoy parecía como un día sin más, como «otro día en la oficina»… Misa, clases y Mbé bosque… Pero cada día tiene su lectura y es a última hora de la tarde, en los momentos de reflexión del día donde tratas de entender el porqué Dios nos ha regalado este día.
Como decíamos, después de la misa y las clases, por la tarde hemos ido al poblado… Donde una vez más nos reciben con tanto cariño, desde los más pequeños hasta los más mayores… Y es hablando con ellos, escuchando las realidades en las que viven y la fe que tienen, cuando vemos a Jesús entre nosotros.
El poder tener un plato de comida encima de la mesa, un bolígrafo, un cuaderno… Son tantas cosas a lo largo del día que no valoramos, y que, hemos tenido que venir hasta aquí para darnos cuenta de lo tremendamente afortunados que somos. Puede parecer un cliché, pero cuando te toca de cerca, cuando ves a alguien al que estás enseñando que tiene hambre, que no escribe porque el boli no tiene más tinta… muchas veces son situaciones tan duras que creo que nos sobrepasan, y en cierta forma sentimos impotencia de no poder hacer más, al mismo tiempo que damos gracias a Dios de lo dichosos que somos.
La reflexión que sacamos de esto es que Dios nos está permitiendo ver estás realidades, para que seamos conscientes de lo privilegiados que somos, como decía el evangelio de hoy «Gratis habéis recibido, dad gratis» todos los dones y todo lo que somos viene de Dios, y tratamos de aportar nuestro granito de arena, desde la humildad, con la mejor de las voluntades, sembrando semillas de esperanza en esta comunidad, desde la educación y la evangelización.