En esta semana de fiestas patronales en Consuelo, en honor a Santa Ana, nosotros celebramos a Santiago Apóstol, patrón de España. Uno de esos festivos que se han perdido con el tiempo, pero que permanece vivo gracias a las tradiciones que nos transmiten nuestros padres, abuelos …
Comenzamos el día con la oración. En la escuela se ha notado que era el último día lectivo de la semana, los estudiantes estaban inquietos aunque no han perdido las ganas de aprender.
Por la tarde en el Batey ha sido un día diferente. Al finalizar las clases, gracias a vuestra generosidad, hemos podido repartir ropa. Vemos ese instinto de superviviencia y lucha con el que nacen, pero llama la atención, una vez salen victoriosos, la forma en la que se ayudan los unos a los otros para salir hacia adelante como comunidad. Siempre con una sonrisa en la cara y la gratitud en sus miradas.
La jornada termina con una eucaristía en el Santuario de Santa Ana por un doble motivo, la celebración de Santiago Apóstol y la invitación a «nuestro sector», el Santo Cura de Ars, como invitado especial a a celebración.
Estas celebraciones, aunque más largas, son muchos más amenas y participativas que a las que estamos acostumbrados, se viven como una auténtica fiesta, con gran cantidad de canciones con mucho ritmo, que hacen que a más de uno se le muevan los pies.
Los días van pasando y por todas las experiencias vividas, los sentimientos van cambiando, lo que vemos a diario se va quedando grabado en lo más profundo de nuestros corazones:
Esos abrazos, esas risas y sonrisas, que demuestran que con muy poco se puede ser feliz. Esos inmensos ojos negros en los que te ves reflejado y te sientes perdido en lo más profundo del océano.
Ver a dos hermanos compartiendo silla y que el más pequeño se ponga a llorar desconsoladamente cuando, inconscientemente, se les separa y se tire a tus brazos al acercarte buscando su consuelo.
Pelearse por un bote de leche vacío en el que poder almacenar agua. ¡Cuanta felicidad al conseguirlo! Para ellos puede ser el mejor regalo.
Es por todos estos motivos que tomamos consciencia de la realidad que viven estos niños y de lo que una beca puede suponer para ellos: unos lapiceros, unos cuadernos, unas gomas, son insignificantes frente a la oportunidad que supone para ellos recibirla.
Para conseguir esta beca no solo es necesario obtener buenos resultados académicos si no que deben tener un buen comportamiento, educación y respeto, así como una familia que les apoye y se implique en su educación y crecimiento personal.
Pueden encontrar toda la información en la web de la fundación y este enlace con el documento para formalizar la beca.
Con este pequeño gesto, nosotros también podemos formar parte de esa transmisión de valores que solo puede enseñarnos la familia.