Hoy, como todos los días, tocaba madrugar. No para ir a misa, sino para subir la montaña de la zona con la compañía de los profesores del colegio Armados de energía y de bocadillos de espagueti comenzamos nuestra aventura. En el camino pasamos por la casa del jefe del barrio, al cual tocaba saludar. La subida fue larga y dura pero los ánimos y canciones de Evarist fueron el empuje que necesitábamos. Una vez en la cima tocaba celebrarlo y un sinfín de bailes y canciones acababan con el silencio de la cumbre. ¿Quién dice que la gente solo se bautiza de pequeños? No podíamos irnos sin mojarnos la cara en un pequeño manantial, símbolo de buena suerte para los locales. Durante la bajada hubo algún que otro susto pero al final todos llegamos a casa sanos y salvos. ¡Ahora tocaba reponer fuerzas! Después de una merecida siesta organizamos el material médico traído seguido de una larga e intensa partida de parchís. Pero esta no sería la única partida. La casa por la noche parecía festival un festival de música africana, los cubos con los dados del parchís meneándose de arriba y para abajo simulaban unas maracas y la pelota de pin-pong rebotando en la mesa parecía un timbal. ¡Un día redondo!
Un día redondo
25 de julio de 2023
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