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Fermín Voluntario Misionero en Guinea Ecuatorial

11 de diciembre de 2023

Mi nombre es Fermín Floristán y soy ingeniero aeronáutico. Así es como me presenté los primeros días en Evinayong hasta que poco a poco fui abriéndome y dando más detalle de quién era en verdad y qué hacía allí. Sí, soy ingeniero aeronáutico, y sí, me llamo así, pero la realidad es que de aeronáutico solo tenía lo que iba a ir a contarles esos días, porque mi motivación para estar allí era otra.

Volví de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa con un corazón listo para ayudar a los demás, ya fuese en Madrid o fuera de aquí. Gracias a Dios, la mujer de un amigo trabaja en el colegio de Madres Concepcionistas de Princesa. Allí tuve mi primer encuentro con ellas y con su espíritu misionero. Me recibieron Pilar, Nieves y Ana Rosa, y me hablaron con un amor inmenso tanto de Guinea Ecuatorial, como de los niños, como de la vida misionera entregada a los demás. Salí de allí convencido: tengo que ir a Guinea Ecuatorial con las Madres Concepcionistas.

Y así fue, en menos de mes y medio estaba todo listo para mi partida, más fácil no me lo pudieron poner. Incluso me pidieron que pensase un proyecto concreto que hacer con los chavales y les propuse hablar sobre lo que yo sabía: la ciencia detrás del vuelo de los aviones. Al principio fue un extra de preocupación, ¿y si no les gusta a los chavales? Pero la verdad que llevar un “proyecto propio” es una motivación extra que ellos también notan.

Y con mil miedos de no valer para la misión o ser una herramienta inútil, cogí el avión. En Malabo me recibieron de mil amores las hermanas de Jesús María antes de seguir el viaje hacia Bata. Ya la buena sintonía entre congregaciones daba muestras claras de que allí se hablaba una lengua diferente como vería durante toda mi estancia: allí se habla el lenguaje del amor.

En Bata me acogieron las Madres Concepcionistas y durante tres semanas sería uno más con ellas, ¡casi como un hijo! Tanto en Bata como en Evinayong, desayuno, comida y cena con ellas; pero también misa por la mañana, vísperas por las tardes y alguna que otra adoración. Sin estar nutrido física y espiritualmente es difícil llevar a cabo tu misión. ¿Y cuál es la misión allí? Tan simple y a la vez tan difícil como hacer presente el amor de Cristo en medio de quien lo necesita.

Así estuve tres semanas, dos en Evinayong y otra en Bata, en los colegios “Carmen Sallés”, con niños entre 12 y 17 años. La verdad que trabajé mucho, de sol a sol (¡quién diría que eran mis vacaciones!) pero el pago fue el mejor posible: su cariño 100% gratuito. Todas las mañanas les hablaba de un tema diferente durante la formación (20 minutos que me tenían que aguantar) y lo intentaba unir con el lema del año “UBUNTU. Yo soy porque nosotros somos”. De ahí que la fachada de ser ingeniero durase poco…ellos no necesitaban un ingeniero sino un chico como ellos que había sido afortunado de tener una familia cristiana, una formación que había aprovechado, una vida sencilla y humilde. El resto del tiempo les hablaba de aviones, mi pasión, para que ellos también buscasen con ilusión cuál sería su pasión, les enseñaba física, hacíamos experimentos de ciencia o simplemente jugaba con ellos al fútbol o al baloncesto.

Y así, día tras día, fue pasando el tiempo. Cada día me sentía más integrado, los niños atendían en las formaciones, me buscaban en el recreo para preguntarme cosas de la vida, y me abrazaban con cariño por la calle. Eso sí, si eso hacían conmigo, ni os imagináis el amor que mostraban a las madres concepcionistas. Los niños y el resto de la sociedad ecuatoguineana son capaces de reconocer el amor y la entrega de las hermanas. Por desgracia tocaba volver, cansado físicamente porque la dedicación es total, pero con el corazón lleno del amor que había recibido de los chicos. Y desde que regresé, creo que no hay un día que no me acuerde de ellos, de la misión y de los misioneros. Y todos los días rezo por ellos: “la mies es grande y los obreros son pocos”. Hay mucha necesidad a nuestro alrededor y por supuesto en Guinea Ecuatorial…la misión es una experiencia maravillosa que recomendaría a todo el mundo y no dudo que vaya a repetir.

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